viernes, 12 de junio de 2020

Estudios sobre el origen de la violencia. Leyendo a Rita Laura Segato (1)


Son fiestas. Hay mucha gente por la calle, todo tipo de gente. La mayoría han bebido más de la cuenta y van en grupos; gritan, cantan, se tambalean de un lado al otro de la calle, cogidos por los hombros.  Ella también ha bebido mucho y hace rato que perdió de vista a sus amigas. Se encuentra mal y si pudiera pensar con lucidez, se diría a sí misma que ya es hora de regresar a casa. Hay un joven que camina a su lado y la invita a beber de su cubata. ¿Por qué no? ¿Qué más da, un poco más? Parece simpático. La hace reír con una gracieta y ella baja la guardia. Es joven, simpático, no demasiado feo. La noche podría acabar bien, después de todo. El joven le pide un beso y ella lo rechaza. Él insiste, le ruega y dulcemente, sin que se dé cuenta, la va empujando hacia la entrada de un edificio. Unas manos tiran de ella. Ya no es él, no está solo. Ella es el botín que ofrece y comparte con sus amigos.



Hechos similares se repiten una y otra vez en cualquier lugar del mundo. No se limitan a violar en grupo, sino que suelen grabar la escena, colgarla en las redes, compartirla entre sus amistades. Se pavonean de ello entre su camarilla.

En sociedades tribales, la violación en grupo suele ser un acto para castigar a la mujer que ha franqueado la norma o ha perdido la protección del padre o hermano. Segato sospecha que estas prácticas primitivas pueden tener una relación con las violaciones en grupo que se dan en las sociedades modernas: los individuos estarían actualizando una estructura simbólica sobre un sujeto genérico. “Como castigo o venganza de una mujer genérica que se salió de su lugar” (p.31)
La violencia social tendría su origen en la tensión entre dos ejes:
-Un eje vertical, jerárquico, en el que la posición viene dada por la usurpación, por el sometimiento del otro que es subordinado y del que se obtiene el tributo.
-Un eje horizontal, en el que la posición vendría marcada por la relación con los semejantes, con lo que las relaciones serían de contrato o de competición.
Se trata de un sistema inestable, pues el poder conquistado, tomado con violencia, se verá amenazado continuamente. El no ser capaz de mantener la posición jerárquica implica perder la posición entre tus iguales.
La cúspide del poder jerárquico la ocupa un hombre, blanco, heterosexual, rico y norteamericano.
El mantenimiento de estas posiciones sería lo que generaría la violencia social.
Hablando de masculinidad, la violación de la mujer simbolizaría el tributo que el hombre ofrece a sus semejantes para sellar su pertenencia al grupo y probar su masculinidad.
Un concepto de masculinidad heredado de las sociedades patriarcales primitivas que funcionaría como un chip instalado en el cerebro, pero que del mismo modo podría ser desinstalado, borrado, reprogramado.
Segato propone combatir esta violencia desde las leyes, pues al nombrar el delito lo desnaturalizamos, tomamos conciencia del daño que inflinge y proponemos una manera correcta de ser y relacionarnos en nuestra sociedad.

Bibliografía: Segato, Rita Laura (2003), Las estructuras elementales de la violencia, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes.

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