Segato nos hablaba de dos ejes cuya tensión conforma las
relaciones sociales. En ambos ejes, la posición o estatus va acompañada de
determinados signos diferenciadores. Pero no basta obtener los signos para
cambiar de estatus. No por tener una marca de coche determinada o un iphone o
vivir en determinada zona puedo asegurarme que cambio de estatus. Los índices
son importantes, aunque no suficientes. Entre los hombres, un índice de estatus
es la mujer con la que se emparejan, más joven y bella cuanto más rico y
poderoso. Ahora bien, si el individuo
pobre y marginal que vive en las afueras
se empareja con su vecina, veinte años más joven, dudo mucho que su estatus
mejore significativamente.
Los signos no bastan, ya los sabemos. Pero para estar
arriba, hay que tener a alguien debajo. Este es indicio seguro. Por eso parece
ser que cuanto menos poder social, más importancia tienen los signos de
masculinidad, más “machito”, vaya, hay que mostrarse. Por muy pobre que seas
siempre podrás dominar, estar por encima de una mujer.
La violencia física es un problema gravísimo que sufren muchas
mujeres en todo el mundo, pero ahora vamos a hablar de otro tipo de violencia:
la violencia psicológica o como prefiere
Segato, moral. La violencia moral podemos encontrarla en cualquier familia como
lo más normalizado. Esta violencia se ejerce sobre la mujer desde la infancia y
es difícil de identificar precisamente por eso, porque está muy normalizada.
Hay que hablar de ella y ponerle nombre ya que es una de las causas que
explican que la mujer acepte esa posición subordinada al hombre dentro de su
grupo social. Es una violencia sutil que muchas veces aparece bajo el disfraz
de la protección y que poco a poco, día a día, va disminuyendo la confianza de
la mujer en sí misma y haciéndola sentir un ser de segunda categoría. Ejemplos corrientes de este tipo de violencia
son:
-Control económico. Cuando la mujer no es dueña del dinero
que necesita, incluso a veces ni del dinero que ella misma obtiene.
-Control social. Cuando se controlan sus relaciones, se le prohíben
o dificultan aquellas relaciones que se consideran poco convenientes.
-Control sobre la movilidad. La mujer no puede salir de casa
libremente, tiene que hacerlo acompañada. O no puede ir por determinados
sitios, o no puede viajar sola, etc.
- Menosprecio moral. Se le acusa de no ser una persona
fiable, se hace recaer sobre ella la sospecha…
-Menosprecio estético. Se desprecia el cuerpo de la mujer,
que se suele fragmentar buscándole faltas o errores.
-Menosprecio sexual. Aquí a la mujer la pillan siempre: si
manifiesta deseo, es calentorra, puta; si no lo manifiesta, es frígida, mojigata.
-Descalificación intelectual. Hacerla creer que es menos
inteligente, que ya están ellos para pensar, explicarle las cosas. Orientarla
hacia estudios “de chicas”.
-Descalificación profesional. Que en la misma profesión, sea
considerada menos profesional que sus compañeros varones.
Es importante ser conscientes de este tipo de maltrato y
desactivarlo, por muy enraizado en las costumbres que esté o por muy
interiorizado que lo tengamos. Evitarlo
es clave para prevenir la violencia de género. Como dice Segato: “Cuando la
crueldad es física, no puede prescindir
del correlato moral: sin desmoralización no hay subordinación posible.” (p.122)
Bibliografía: Segato, Rita Laura (2003), Las
estructuras elementales de la violencia, Buenos Aires, Universidad
Nacional de Quilmes.
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