sábado, 28 de enero de 2023

La guerra. Triste guerra

W. es un niño inteligente, tímido, que sabe de programación y habla tres idiomas. W. es el niño más triste que he conocido. Lo he visto sonreír solo un par de veces en una clase en la que todos los días se nos ocurren excusas para echarnos unas risas. 
Mi clase es una clase de español. 
W. es, como habrán imaginado, un niño desplazado por la guerra con su familia. La guerra entre Rusia y Ucrania que pronto cumplirá un año sin que se aproxime el desenlace.
Ha habido, desde el comienzo del conflicto,  una fuerte propaganda mediática en contra de Rusia y de Putin. No voy a entrar en las razones políticas que lo justifican.
Han iniciado una guerra y la mantienen. Las imágenes que nos llegan son borrosas, lejanas, como si el conflicto se estuviese desarrollando en otro planeta. Del conflicto solo conozco, realmente, los ojos tristes de W.
Pienso en que hay responsables: esos dirigentes que no hicieron nada por evitar la guerra, los que la planearon, los que la iniciaron y los que ahora siguen prolongándola hasta no sabemos dónde.
Esos salen en las fotos y duermen en sus camas calientes sin rastro de mala conciencia. 
Insisto: lo de malos y buenos queda muy bien en las películas. Lo cierto es que existen soluciones no violentas para los conflictos y solo falta la voluntad de buscarlas. No, no tienen forma de tanque.





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