François Jullien en su libro, Un sabio no tiene ideas, nos explica que el sabio chino no
tiene ideas porque enfrentarse al mundo con una idea previa supone oscurecer
todo lo que no refuerce esa idea. Como si la idea fuese un foco que oculta más
que muestra, pues deja en la oscuridad todo lo que queda fuera de su haz
luminoso.
Tampoco le tiene que preocupar la verdad, sino la congruencia: el funcionamiento de las
cosas, el proceso de las existencias
y lo mejor para la vida.
La persona mediadora, como
“ El hombre de bien” de la sabiduría china, no toma partido por nada, carece de
prejuicios y su primer mérito es la no-parcialidad, que no significa
imparcialidad o que no tome partido, sino que tomará el partido adecuado a cada
situación. Al buscar el punto medio como virtud, se integran todas las posibilidades, todos
los ángulos.
Cuando leí por primera vez el relato del sueño de Zhuangzi,
me pareció fascinante: “Una noche Zhuang
Zhou soñó que era una mariposa: una mariposa que revoloteaba, que iba de
un lugar a otro contenta consigo misma, ignorante por completo de ser Zhou. Despertose
a deshora y vio, asombrada, que era Zhou. Más, ¿Zhou había soñado que era una
mariposa? ¿O era una mariposa la que estaba ahora soñando que era Zhou?”
Me servía también de consuelo, pues cuando el “cómo son las
cosas” te viene impuesto desde la lógica de los adultos, aquel antiguo relato
me permitía entrever un espacio de libertad, una realidad múltiple que se
desplegaba como un juego.
Tan difícil como diferenciar la vigía del sueño en el relato
de Zhuangzi es analizar las relaciones humanas y sus conflictos. Si hay dos
personas implicadas, tendremos como mínimo dos puntos de vista, dos maneras de
enfocar el problema o de pensar la realidad. Mejor no intentemos descubrir
quién de los dos está soñando y dejemos que nos cuenten el sueño que han
compartido.
El sueño nos sirve como metáfora del conflicto. Cuando
intentamos recordar un sueño, siempre
nos encontramos con la dificultad de saber que hay detalles que se nos escapan,
no solo porque no los recordemos exactamente, sino también por no entender del
todo su significado. El relato de un sueño
es una representación, supone un
distanciamiento sobre lo que, estando
dormidos, hemos creído vivir. Aunque a
veces no podamos recordar con exactitud lo sucedido, sí que suele permanecer la
huella de las emociones experimentadas.
Cuando nos enfadamos con alguien, cuando nos peleamos o
discutimos, también sabemos que nuestro modo de verlo es un modo parcial, pero
es “el nuestro”. No podemos dejar de ser Zhou o dejar de ser mariposa, tampoco
lo queremos. Basta que admitamos al otro
para que se abra el campo de las posibilidades.
Carmen Chisvert.
Bibliografía: François Jullien (2001). Un sabio no tiene ideas. Madrid.
Siruela.
Zhuang Zi (1996).
Libro II. Barcelona, Kairós.